Dios abre las puertas del cielo y los difuntos bajan a la tierra a ver a sus seres queridos. Por esa razón, los familiares y amigos los reciben con todas las cosas que le gustaban en vida.
Se confeccionan flores y coronas de papel de todos colores, destinadas a decorar las tumbas y las mesas. La familia se reúne para asistir temprano al cementerio llevando sus ramos y coronas. Una vez junto a la tumba del ser amado, se encienden velas, se colocan imágenes y otras ofrendas. También se reza y se participa de la misa.
Con la idea de que el fin es también anunciar un nuevo comienzo, este rito está lejos de tener una connotación fúnebre.